Memorias de un Hombre Libertino

Crónicas vividas, deseadas,soñadas o quién sabe que,por un tipo algo soberbio, libertino y también algo racista, bisexual por naturaleza, pero heterosexual ante la sociedad.

jueves, diciembre 09, 2010

Estoy aquí, solo por ti.

El taxista era algo curioso, pero no le dí más importancia de la debida, estaba con ganas de verlo (a Rainer), así que no presté mucha atención a lo que decía; sólo notaba que por ratos me miraba por el espejo, puse cara de pocos amigos.

Rainer, volvió a llamar:

Luis, ¿dónde estás? – escuché algo impaciente.
Ya estoy llegando, hay un poco de tráfico.
Apura huevón, aquí es algo movido – dijo algo preocupado.
Te dije para venir en mi carro – respondí.
Pero si no conocías, ¿no me dijiste? - refutó.
Cierto, espérame un rato pues, ya falta poco, déjame preguntarle al taxista – asentí.
Señor, ¿en cuánto tiempo estaré en el óvalo de Santa Anita?- pregunté.
En cinco minutos, a lo mucho – respondió el susodicho.
Ya vez, en cinco minutos estaré allí, no te preocupes – y corté la llamada.

Luego de aquella llamada, sentí un cosquilleo en el estómago, supuse que la noche era propicia para vivirla intensamente. Imaginé que debía ser lo más sensato posible; pero también creí que no debía ser tan vulnerable, sólo íbamos a conversar; conocernos, nada más.

Hasta que por fin llegué, pagué y lo llamé; pero antes de que me contestase, lo vi, me acerqué, lo saludé, con una gran sonrisa; él me recibió con un fortísimo apretón de manos.

Me dijo para ir a una discoteca que quedaba detrás de Plaza Vea, se llamaba Holiday. El nombre me sonó a bullicio descontrolado, algo pacharaco y corriente; pero no importaba, estaba con ganas de escuchar música y no dejar de mirarlo. No al menos durante toda la noche.

Mientras nos acercábamos, noté a mí alrededor una muchedumbre de parroquianos que también se dirigían a la discoteca; aceleramos el paso. Rainer conocía a algunos chicos – pues le pasaron la voz – yo ignoré cualquier tipo de acercamiento extraño. Mi mente estaba en otro lugar.

Finalmente llegamos, quise pagar su entrada; pero no me dejó:
Yo te he invitado – me dijo.
No importa, no me gusta que me paguen nada – asentí.
Zona Vip o en cazuela - me dijo.
Zona Vip, me gusta la tranquilidad – respondí.
Toma, paga mi entrada – le dije entregándole un billete de cincuenta soles.
Yo tengo sencillo, ya después arreglamos – dijo sin mirarme.
Está bien, ya nos arreglamos – finalicé.

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